En mi tierra, Galicia, los días de lluvia forman parte inseparable de nuestro paisaje. En nuestros pueblos, las ya prácticamente desaparecidas fraguas, eran el corazón que marcaba el pulso para la supervivencia y prosperidad de sus gentes. Madera y hierro gallego en múltiples combinaciones resolvían cualquier necesidad.
Muebles, carros, herramientas, verjas y enrejados… llaves y candados para cerrar puertas que protegen y diarios que guardan la intimidad de una caricia o viejos secretos inconfesables…
El herrero no tenía horario. Siempre funcionaba, incluso sábados y domingos. Reuniones, charlas, juegos y conspiraciones nacieron al calor y abrigo de su fuego. Entre hierro fundido y el rítmico golpear del martillo contra el yunque, se forjaron amistades, amores y guerras. Mientras tanto, allí fuera arreciaba la lluvia, trasformando en barro, nuestras calles casi desiertas.
“El tango tiene una significación oportuna y por eso
hay un tango que cada uno puede aplicarse
y hay tangos que alejan
y tangos que acercan…
tangos para el día del desahucio
y tangos para el día del amor…”
(“Tango, la mezcla milagrosa”, Carlos Mina)
Ahora eres tu quien evoca recuerdos. Y aunque en mi pueblo no había fragua, han venido a mi memoria los dias de matanza. Las reuniones alrededor del cerdo recién matado. El vino caliente. El agua hirviendo en un bidón…..
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Y aquí estamos, como dos niños en el patio del colegio, intercambiando sus mejores cromos…!!!
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Siii, pero es emocionante cuando tenemos un cromo muy deseado por el otro!!! O cuando los hay repes! Jajaja. Vaya dos bobos
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