La relatividad… Viento rebelde…


«Cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero si te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora.
Eso es relatividad».

(Albert Einstein)

   Si no fuera por maxresdefault.jpgla divina palabra de Don Miguel de Cervantes, muchas historias como esta lo tendrían muy difícil para, simplemente arrancar…
   Dicho esto y finalizada la sección de agradecimientos, les diré que, en algún lugar que no era La Mancha y de cuyo nombre no puedo ni debo acordarme, seis hombrecillos vestidos de verde camuflaje intentaban hacer su trabajo bajo condiciones tan adversas como cambiantes.

   En aquella ocasión y por azares del «destino», dejé de acariciar bombas para incorporarme a un equipo de transmisiones, especializado en el tendido de líneas telefónicas de comunicación. La línea entre el puesto de mando de «Jefecillos A» y el puesto que mandaba menos en «Jefecillos B» se había cortado en tres ocasiones y siempre en el mismo punto. El cable cruzaba obligatoriamente una estrecha carretera asfaltada que, a su vez, atravesaba un enorme y frondoso bosque que flanqueaba una pequeña población de medianías ya abandonada. Las dos primeras veces, fue el tráfico rodado, sobre todo camiones de transporte pesado los que nos reventaron la línea. La tercera vez nos jugamos el tipo y escalando unos árboles cercanos, conseguimos un tendido aéreo que nos duró funcionando exactamente dos días y medio. Una plataforma transportando una de nuestras máquinas retroescavadoras mandó a freír buñuelos nuestra obra.

Café contigo.jpg   Plano en mano y con la firme convicción de que encontraríamos una alternativa/solución a los problemas con la línea de los coj….es, observo que, unos cuatrocientos metros más arriba de donde el cable cruzaba la carretera, el mapa marcaba lo que parecía ser una posible escapatoria. Una pequeña vaguada con un antiguo colector de aguas «varias», casi todo a cielo abierto que salía del pueblo cercano y cruzaba la maldita carretera.

   Dicho y hecho, recogemos en el parque de transmisiones el material necesario, radios, cable, baterías y unas buenas bolsas de comida en la cocina para no tener que volver al campamento para almorzar. Cargamos el Land Rover y en compañía de cuatro soldados salimos zumbando a ritmo de samba, gentileza mi amigo y compañero…vamos a llamarle  John. Volábamos por en medio del bosque con su ya clásico «Carlos Sainz Style» (ojo barro, se cierra, arrasssss), mientras los demás intentábamos mantener a duras penas el culo pegado al asiento durante algo menos de media hora de viaje, hasta llegar al punto donde el cable cruzaba el asfalto. Allí dejamos el vehículo con dos soldados a su cargo y el resto de «la peña», con una pesada bobina de 250 metros de cable telefónico y el resto del equipo, tiramos monte arriba. 

 A veces pretendo ser normal.jpg  Poco más de una hora y media nos llevó localizar y limpiar la entrada escondida entre la maleza de lo que parecía un antiguo pero sólido paso subterráneo, con una composición mixta de grandes losas de piedra y cemento claramente envejecido. Aquí haré un breve paréntesis en el relato. Nuestro ejército, yo lo he vivido, ha sido vapuleado por opiniones, muchas veces hirientes, sin ni siquiera reconocer que solo éramos unos ciudadanos más, cumpliendo con la Ley. Una Ley, para mi injusta, que obligaba a ir a la «mili» a unos chavales sumamente cabreados que nos echaban la culpa de todo y con los que teníamos que trabajar a diario. Todos soñábamos con un ejército profesional, pero eso estaba en manos de los de siempre, los políticos. Dicho esto, entenderán nuestros motivos para entrar en aquel colector de aguas. Aquellos chavales tenían que volver a sus casas y a nosotros nos pagaban por aquel trabajo. Cierro paréntesis.

 snoopy-pink-panzer-yorch-gravatar  Con las linternas de cabeza, botas de pocero y cascos de protección, empezamos tendiendo el cable de la bobina entre nosotros dos, y así nos fuimos adentrando con mucha precaución hasta el punto en que apenas conseguíamos vernos el uno al otro. A los 10 minutos mas o menos, antes de la primera marca de 20 metros en el cable, el túnel gira a la izquierda y dejamos de ver la luz de la entrada. La espalda ya nos duele por la posición semiagachada a la que nos obliga la poca altura disponible y empieza a oler un poco mal… Les parecerá raro pero el ir asustando ratas de vez en cuando era sumamente tranquilizador, pues nos indicaba que no había problemas para respirar el poco aire disponible.

  
Debo aclarar que, el motivo por el que el trazado del túnel vaya en zigzag solo se debe a la
intención de los ingenieros de frenar la velocidad del agua dentro de la estructura en pendiente. A pesar de saberlo, no nos hizo ni la más mínima gracia aquella total oscuridad… Ya llevábamos más de 15 minutos gateando allí dentro y cada cinco, con un pequeño teléfono portátil, nos comunicábamos con los dos soldados del exterior, usando la misma bobina de cable que estábamos arrastrando. -«Todo bien, chicos, continuamos». En cuanto desconecté el teléfono, escucho a John decirme con un tono preocupante…

– Yorch, se que me vas a matar pero ¡¡¡ya no aguanto más…!!!

– ¿Pero que coño estás diciendo, John? En mi cabeza, acostumbrado a tener todo bajo control, buscaba una solución a la mierda de acertijo de mi compañero, agachados como dos «Cuasimodos» en aquella jodida cloaca. ¿John con un ataque de pánico? ¿Agotado? me preguntaba yo al borde del pasmo…

– ¡Diosss mío, por mi santa madre, Yorch, lo siento, tío, ¡¡no aguanto más!!

   Aún resonaba el eco de sus últimas palabras cuando escucho con lógico estupor, un inconfundible bemol sostenido con toques finales de corcheas y semicorcheas interpretando un agónico «FuuUUuuUUffffrrrrbbfloprrr»… Pensé que iba a morir…!!! Las pocas ratas que aún estaban allí con nosotros, salieron del túnel a la carrera para vomitar a gusto… batí el récord mundial de apnea dentro de un colector con el agua por las rodillas (aún permanece imbatido) pero no me sirvió de nada porque, o respiras o te mueres… La nube tóxica era tan densa, que se podía ver flotar como la imagen de un fantasma atravesando la luz de nuestras linternas y lo juro por Snoopy que deseé con todas mis ateas fuerzas que aquel espectro fuera el mismísimo Ángel del Infierno y pinchado en su guadaña, me llevara muy lejos de allí. Afortunadamente yo no llevaba la pistola porque, si la llevo, a John le hago aquel día siete agujeros más en su culo cantor…

   Las tragedias, normalmente, no se dEntropia.jpgeben a un solo factor. Esta que hoy les relato no iba a ser una excepción. El potaje de la cena del día anterior sumado a que John siempre comía como si no hubiera un mañana, más una salida mañanera zumbando al trabajo sin pasar antes por su habitual visita al señor Roca letrina y la guinda del pastel, veinte minutos agachado comprimiendo los «bajos fondos» y activando el consecuente e incontenible tsunami de gas metano aderezado con múltiples y malignas partículas de carácter aromático…

   Llegamos al final del colector, claro que sí, porque de lo contrario, no les estaría contando esta historia. Algo más de 100 metros en tres zigzag con un pequeño sifón a medio recorrido y conseguimos sacar el cable por el otro lado de la carretera. La Ruta del Metano. Así la bautizamos y reflejamos en los planos. Aún nos reímos al recordarlo.
   Reír, sonreír; no hay mejor medicina contra las almas rotas, incluso en los peores momentos.

(JMPA Pink Panzer Korps)

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29 pensamientos en “La relatividad… Viento rebelde…

    • ¡¡Gracias por leerme!! Encantado de que mi historia te haga reír, porque esa era mi intención, compensar un poco mis últimos meses, quizás demasiado dominados por el «lado oscuro de la fuerza» que se adueña de muchas de las hojas de mi calendario.
      Un fuerte abrazo, querida María.

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  1. Al ver la foto del café me ha venido a la memoria un poema corto de Ángel González, seguramente lo conoces, pero por si no, aquí te lo dejo:
    ESO ERA AMOR
    Le comenté:
    —Me entusiasman tus ojos.
    Y ella dijo:
    —¿Te gustan solos o con rimel?
    —Grandes,
    respondí sin dudar.
    Y también sin dudar
    me los dejó en un plato y se fue a tientas. (Ángel González)

    Y volviendo al tema… me he reído mucho con esa aventurilla tuya tan bien contada. Supongo que ahora tendrás fobia a los túneles, jeje.

    Yo, que he sido de risa fácil toda mi vida, cuando dejo de reír, siento que estoy muy mal, al borde ya de mi resistencia y entonces intento espolear a ese potrillo que, cuando era niña, vivía dentro de mí y me digo que tengo que tirar hacia adelante y así voy aguantando.
    Un fuerte abrazo y ríe a carcajadas antes de que se acabe el tiempo…

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      • Gracias por ese amor, Yorch… un amor «comentaril»jeje.
        Creo que a una amiga bloguera le comenté no hace mucho que me gusta mucho hacer comentarios, casi tanto como escribir… cuando os leo me estimula, me despierta la mente, me hace reaccionar. Quizá por eso me estoy resistiendo a tener demasiados amigos, y es que no puedo atenderlos a todos como quisiera.
        ¡Hala, a sonreír! y nada mejor que un abrazo para conseguirlo.

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  2. Te echaba de menos y mira donde te encuentro, metido en una cueva- cloaca con John el pedorrin. Pobrecillo, qué mal lo pasaría él también.
    Menudas anécdotas más graciosas que has vivido Pink, cosas que además seguro que tú las aderezas con tu peculiar forma de contar tus batallas.
    Me has sacado la sonrisa del día y que tanta falta me hacía.

    Espero que estés bien, hace días que estás desparecido y muy calladito.
    Te vuelvo a decir que te echo de menos mi querido amigo.
    Un besiño.

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    • Desaparecido… como en la historia de John el pedorrín… Me alegro haberte sacado una sonrisa, querida Yvonne. Ya sabes que, a veces, lo más importante no es la historia sino que el historiador sepa contarla.
      Hermoso ese sentimiento que, en la distancia, une a dos amigos. Besiños, querida Yvonne.

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