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– Ahora pídeme más –
El alfil negro de mi padre
cortando raudo el tablero.
Las manos de mi madre
diciéndome “te quiero”.
La primera noche rompiendo el cielo…
todo ya era poesía enredada en tu pelo.
Aquella curva imposible
de mi mano en tu pecho
El perfume de tus ojos
aún con los míos cerrados
hoy me llega, me atraviesa
en tus alas de impaciencia
filtrándose por mi costado,
creando ríos desbordados
bebiendo amor despiadado.
Todo son retazos de recuerdos
ilusión de felicidad entrecortada
breves y brillantes momentos
de ternura en destellos congelada.
Solo es tiempo y el tiempo es nada
y nada nos queda…
cuando todo se acaba.
(JMPA Pink Panzer Yorch in Love)
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Solo los más allegados saben que en mi juventud, estuve a punto de entrar en una academia de danza clásica. No me arrepiento de mis decisiones, pero es indudable que, hoy en día, mirando hacia atrás siento una curiosa nostalgia por ese universo que podría discurrir paralelo al mío, con un Yorch Nuréyev, entre “Arabesques, Glissades y Grand Jetés”.
En aquellos tiempos, Yorch era el orgulloso hermano de dos jovencitas bailarinas en una prestigiosa escuela de danza. En cierta ocasión, su profesor confesó a mi madre que necesitaban formar a un bailarín y físicamente, yo reunía las condiciones que él exigía para el puesto. Recuerdo la conversación con mi madre al estar mi padre en Italia… muy lejos y sin móvil (ni se había inventado). Había que decidirse y no había tiempo para esperar su regreso. ¿Que se podía esperar de un chaval reventando de hormonas y que en esos años era miembro del equipo de atletismo de un colegio solo para chicos… y lleno de sotanas negras?.
Recuerdo una representación de El Cascanueces de Piotr Ilich Chaikovski . Me recuerdo zambulliéndome en aquella emocionante opresión de un abarrotado patio de butacas en el Teatro Principal; mis hermanas brillando en el escenario ante su boquiabierto hermano, el aroma a linimento, excitación y nerviosismo entre bambalinas en el intermedio de la actuación. También me quedaron grabadas las muy exigentes indicaciones de aquel alto, moreno y fibroso profesor de baile al que solo le faltaba el látigo acompañando a su perenne sonrisa…
Bueno, los recuerdos se mezclan con la voz de mi madre sentada al borde de mi cama. La poesía nacía con cada una de sus palabras, escondidas, atesoradas bajo mi almohada de alocado adolescente. A pesar de los sabios consejos de mi madre, opté por correr como una condenada liebre en vez de saltar y brincar como una grácil gacela. Añoro los consejos de mi madre y no, no me fue mal pero la sigo echando de menos. Se fue demasiado pronto y es algo que nunca perdonaré al maldito dios en el que ella confiaba. El trabajo me convierte en una máquina y la poesía libera mis sentimientos, una vez más. Y ahora, si no has tenido suficiente… pídeme más.
(JMPA Pink Panzer Korps – Mezclando sentimientos.)
“Solo creería en un dios que sepa cómo bailar.”
(Friedrich Nietzsche)