Adora solem qui non facit occasum.
«La ciudad era inmensa
un dragón con garras de acero
ocultándome tus huellas
entre aleros de tejados
calles polvorientas,
y muros de adobe
cansancio y miedo…»
(Pink Panzer Korps – Pink Gears of War)
Amanecía en mi mano izquierda cuando aún la penumbra habitaba en el guante de mi mano derecha. La mente vuela acelerada por breves instantes mientras nos detenemos a la entrada del pueblo. Salgo con el pie izquierdo solo por llevar la contraria a todos esos dementes que creen en dioses, la suerte traicionera y otras idioteces por el estilo.
El suelo reseco de la calle saluda a mi bota con una explosión de polvo que la cubre por completo y pienso, de nuevo… hago recuento de las cicatrices que adornan mi cuerpo y pienso, de nuevo… quizás va siendo hora de ir más despacio… y me voy haciendo viejo para tanto gato negro.
Mientras avanzamos con mil ojos puestos en el suelo que pisas, en las ventanas que sin ojos te vigilan y en los ojos de los que en la misma calle te escudriñan, en el mismo segundo de nuestras opuestas existencias, en ese intenso y crucial instante todos buscamos, nos buscamos, intentamos leernos mutuamente de qué maldita pasta están moldeadas nuestras almas, averiguar de que color es el miedo y si existe algo más allá de la huellas de nuestros pies en esta tierra, tierra sedienta de todos y de nadie.
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De pequeño, cuando saltaba una enorme verja de hierro intentando escaparme del colegio de monjas de mis hermanas, uno de los barrotes acabados en punta de flecha se me clavó en lo más profundo de mi muslo izquierdo… allí se acabó mi carrera de escapista. Cincuenta años después, la cicatriz aún se puede ver marcando mi piel y, por supuesto, mi memoria. Otras muchas cicatrices llegaron con el paso de los años pero aquella la recuerdo con especial «cariño». Recuerdo que, mucho tiempo después, mi madre, que tuvo que ir a buscarme al colegio con su enfermo corazón en un puño, me comentaba que lo que más le asombró es que su hijo, a pesar de estar durante minutos ensartado en aquella lanza hasta que lo rescataron con una escalera, no había soltado ni una sola lágrima, ni un quejido, ni siquiera en el hospital…
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– Mi causa –
Tomo tu causa de sosiego certero,
Rugiendo, rimando versos pendenciero,
Impuesto a modo de extravío ligero,
Antes del amor, más amor prefiero.
Nombra tu nombre al borde primero,
Al filo mismo, del placer que venero
en tu cuerpo, de un poema pasajero…
(Pink Panzer Yorch – Rescatando comentarios…)
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He aprendido que los ojos no cambian. Sin importar lo viejo o golpeado que estés, tus ojos permanecen iguales.
— Eloise Dyson –.
Hacía algún tiempo que no veía fotos de heridas. Mis felicitaciones para tu enfermera/o y para tus sabias células que han sabido curarse. Me sale la enfermera que llevo dentro…¡Cuídate! Pink Panzer Korps
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Como buena enfermera que eres, tus palabras también sanan y cuidan mi corazón.
Mil gracias por venir y dejar tu huella.
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Cuánto me alegra saber que mi contribución supone para ti cuidado. Un abrazo
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Coleccionar cicatrices … aquellas que marcan diversos dolores emocionales..no creo en tatuajes, solo en autoinfligidos epitafios… besos al vacío
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Algún tatuaje tengo entre las más de diez cicatrices que puedo contar en mi apaleado pellejo…
Besos de regreso al vacío.
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Siempre que te leo, algo dentro de mí se me aprieta. Tienes la vida vivida, muy bien vivida y solo los que viven la vida de esa manera, pueden contar como la cuentas tú. He recordado mis cicatrices, pero yo sí lloraba, no era valiente. Lo único que puedo decir, es que luego me hice fuerte, aunque aún cuando te leo se me aprieta el alma.
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En el desierto, hay un dicho que traducido a nuestro castellano viene a decir que «nunca le concedes importancia a un grano de arena hasta que te entra en un ojo…»
Sentir, emocionarse, empatizar con la historia vital de personas ajenas a tu existencia, nos enriquece y convierte en algo más que unos simples «okupas» de este planeta…
Tus comentarios son siempre hermosos, sin duda un reflejo más de tu alma. Un fuerte abrazo de regreso.
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Gracias, Pink. Un abrazo.
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Esa herida tiene/tenía, muy mala pinta. Menos mal que a los guerreros como tú nada les destruye. El tiempo todo lo cura, ya lo sabemos.
Muy emotiva la historia de tu niñez.
Al final todos nos buscamos, en los ojos o en las letras de otros.
Incluso en viejos comentarios.
Cuidate!
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La herida tenía muy mala pinta, tardó lo suyo en curar pero ahora solo es pasado, una cicatriz más para el recuerdo.
El presente es más interesante y siempre siempre, de un poema pasajero.
Cuidate tú también, que me tenías preocupado.
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Todo va bien. Que no aparezca por aquí no significa que no esté o que no escriba.
Ya sabes que vengo a veces a releer poemas y a buscar claves y llaves y esas tontadas que se nos ocurren en ocasiones. Me divierte y me entretiene.
Desde que me tomo el blog menos a pecho, tengo más tiempo para dedicarme a otras cosas que también me hacen feliz.
Gracias por tu preocupación.
Un abrazo querido amigo.
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Hay cicatrices que nunca se cierran del todo, pero así es la vida. Hoy estoy viendo un sol más cercano al ocaso, ya que me acabo de enterar que otro amigo más se ha ido para siempre, este año está siendo muy cruel en ese terreno.
Un abrazo.
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Con el paso del tiempo madurando nuestros instintos, comprendemos y aceptamos que el ocaso forma parte del día a día de nuestra vida…
Un abrazo de sincero afecto de regreso a tu corazón.
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No hace falta adentrarse en desiertos, ni caminar por calles desiertas sin saber qué o quién te espera a la esquina, para tener miedo. La vida empezó a darme miedo cuando, con seis años, presencié como mi padre dejaba postrada a mi madre durante quince días, mientras me encerraba en la habitación de al lado. Siguió dándome miedo cuando mi madre me dejó en una estación de tren donde mi abuela, de la mano, me llevó al pueblo y se ocupó de mí. Tuve miedo en mis siete años de internado y más miedo a la vida, cuando, con dieciocho años tuve que afrontar una maternidad y un matrimonio que no fue muy feliz, luego vinieron las decepciones, las ausencias, la soledad, la melancolía…
Los miedos me lanzaron hacia adelante en vez de amedrentarme y aquí estoy, a lo que no tengo miedo, ahora mismo, es al fin definitivo, volver a la tierra, con una vida ya he tenido suficiente.
Siempre me haces reflexionar con tus escritos, Pink, y es que estamos todos llenos de heridas, muchas por dentro y algunas por fuera también. No nos queda más remedio que lamérnoslas como los perros e intentar curarlas lo mejor posible.
Ya me he extendido demasiado, discúlpame…
Besos.
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No tienes que pedir disculpas por escribir con el corazón, querida Estrella. Esta es tu casa y tus palabras son SIEMPRE bienvenidas.
Lamento mucho que tu pasado, especialmente tu infancia haya sido tan dura y te agradezco la confianza que me demuestras al contarme tus miedos, tus evidentes sufrimientos.
Sigo siendo positivo. Muchas cosas horribles por este Pink vividas podría contarte pero no lo haré. Quiero que pienses que este amigo que te escribe forma parte de las cosas buenas de tu actual vida, y que poco a poco, con los muchos años que te quedan por vivir, pueda yo y podamos todos los que te queremos, ir llenado ese platillo de la balanza de cosas buenas y compensarte por lo que ya has sufrido.
Un fuerte abrazo de esta gota de rocío…
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Gracias, Pink, no dudo que eres una gran persona. lo veo en tus escritos y en los cariñosos comentarios que vas haciendo a quien te leemos.
Debes ser una gran gota de rocío para poder albergar un corazón tan grande.
Besos.
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Por causalidad, te estoy leyendo, suelo devolver las visitas. La curiosidad va incluida 🙂
Me gusta como escribes.👏
Respecto a las cicatrices, de alma y cuerpo, también porto.
Dejan más huellas las del alma, aunque son menos visibles.
Resumiendo, no sería quien soy ahora, sin todas ellas. Madurar y crecer, es un arduo aprendizaje, que a veces deja marcas😉👍
Un placer leerte🌹
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La curiosidad es la puerta abierta a la sabiduría, querida Carmen. Yo también acabé por casualidad callejeando de blog en blog y mis pasos me llevaron a las fascinantes calles de tus… hermosas cicatrices.
Opino lo mismo. Sin esos «tatuajes» del destino, los físicos y que son muchos y los del alma, de los que he perdido la cuenta, no sería yo.
Muchas gracias por escribir tan bonito y venir a esta casa. El placer por la lectura es mutuo.🌹🌹🌹
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Gracias, por tu generosidad🌹
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Tomo tu causa de sosiego certero,
Rugiendo, rimando versos pendenciero,
Impuesto a modo de extravío ligero,
Antes del amor, más amor prefiero.
Nombra tu nombre al borde primero,
Al filo mismo, del placer que venero
en tu cuerpo, de un poema pasajero
Cuánto he echado de menos estos juegos.
Si, sabía que seguía aquí. Lo supe al leerte entonces, y lo sé ahora también.
Aunque ella ya no esté, yo sigo aquí y mi nombre dentro del suyo y de tus letras.
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La alternancia en los sentimientos y sensaciones en el regreso a un lugar añorado, sea físico o tan solo una brizna de buen recuerdo, hace que disfrutemos más del camino, percibiendo las diferencias, los cambios y viendo como un placentero regalo las novedades… El destino pocas veces es más importante que el camino que moldea tu persona hasta llegar a conseguirlo siendo y sintiéndote, de un poema pasajero. 🌹🌹🌹
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Qué bonito escribes, corazón.
Recuerdo que ya me había encontrado en ese poema, sin embargo, no sentí de la misma manera que en este momento, en el que me reconocí y fui consciente de lo precioso del regalo. Gracias por llevarme de la mano tantas veces, no me canso de decírtelo .
😘😘😘
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Que extraño que regreses a esta entrada, pero me alegra tener oportunidad de volver a pasear por antiguas veredas. Tienes razón… a veces escondo demasiado las palabras, o no resulta tan evidente lo que intento expresar cuando hago algún comentario. Ya lo hemos dicho muchas veces, regresar nos permite deleitarnos con detalles que por las prisas del primer viaje, no reparamos en su existencia.
Abrazos, querida amiga… buen viaje.🌹🌹🌹
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Ha sido una maravillosa casualidad. Ya sabes que a veces voy a tu casa y abro puertas al azar. Ayer abrí esta y me lo encontré. 😍😍
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