Aviso. Nombres y situaciones pueden no coincidir con mi realidad. Cualquier coincidencia es fruto de la desquiciada memoria del autor y/o de la simple casualidad dentro de esta historia.
— Pink Panzer presenta… «El infierno Blanco, Time to die». —
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-. ¡No seas pelmazo, Günter! Que no está el horno para bollos… hazme el favor y ¡Mea en la botella de una puta vez!.
– Que noooo, que no puedo, de verdad, ¡¡¡me da mucha vergüenzaaaa, que no me saleee…!!!
-. ¡¡Günter, por San Patrás bendito, que ya no somos unos críos y nos lo hemos visto todo en las duchas del Spa!!. Mira, hacemos una cosa; paro el coche, pongo un poco de música con mi teléfono, te concentras y ¡¡¡MEAS EN LA BOTELLA, ES UNA ORDEN!!!
– Hacemos otra cosa, Pink; Tú paras el coche, salgo un momentito y meo tranquilamente, sin presiones, ¿Ok?
En algún lugar perdido del noreste de Europa, un vehículo todo terreno con dos españoles a bordo, va camino de la base dormitorio muy cerca ya de las diez de la noche. Fuera del todo terreno no había nada especial a lo que no nos hubiéramos enfrentado en otras ocasiones. Un crudo día de invierno con una temperatura de 25º grados bajo cero y una moderada ventisca de unos 30 kms/h con rachas fuertes de 40 kms/h.
Circulábamos lentos pero estábamos tranquilos. Depósito de combustible a tres cuartos de capacidad, enlace radio con la base funcionando y el GPS visualizando la señal de los satélites erráticamente, pero dando la posición, que era lo primordial. El parte meteorológico nos dice que la ventisca permanecerá estable, y lo más importante, seguirá nevando pero levemente.
En estas situaciones, la experiencia cobra más valor que los simples conocimientos académicos. Habitualmente, yo llevaba en el coche las botellas vacías del agua de las comidas. No es lo normal pero en “determinadas ocasiones”, lo más cómodo y racional es orinar dentro del coche en una de esas botellas. ¡Meas, cierras con el tapón y listo, se acabó el problema!.
El padre de Günter, alemán de nacimiento, se quedó a vivir en Tenerife, prendado de un “bellezón” canario de veintidós años. De semejante combinación salió un rubio de un metro noventa de estatura y más cabezón que una mula militar. Al final, la vejiga de mi compañero superó el tamaño de su cerebro y tomó el control de la situación como si de un personaje de The Walking Dead se tratase.
Tengo que resaltar que, con -25 grados y un viento con rachas puntuales superando los 40 kms/h la sensación térmica se acerca peligrosamente a los -40/-45 grados. Con esa temperatura, la piel humana sin protección se congela en minutos, o en pocos segundos, dependiendo de otros factores, como la humedad. Salir del todo terreno era un atrevimiento pero Günter tenía que mear fuera, y no se podía razonar con él.
Dentro del coche se soltó la cremallera del pantalón térmico, se puso el gorro polar, la capucha del chaquetón y un poco de crema protectora en la cara. Le di la vuelta al coche para orientarlo de forma que la ventisca no entrara por su puerta al abrirla y le dije de forma clara, escueta y concisa:
-. Ok. Sales. Te pones donde yo te vea, en la zona iluminada por el coche, meas y regresas como un rayo.
– Vale, vale, no te preocupes… de verdad, Pink, ni que fuera la primera vez…!!!
Nada más salir, la fuerza de la ventisca le arrancó la capucha al muy lechón, por no ajustar los velcros del cuello, pero reaccionó rápido, solucionando la papeleta a pesar de llevar los guantes puestos.
Las luces iluminan a mi amigo en la cuneta que, después de pelearse unos largos segundos con el conjunto bragueta calzoncillo, me muestra la clásica nubecilla que forma el agua caliente cuando se congela al instante. Después de varios “nube-chorritos” más, veo lo que pensaba que no podía estar sucediendo. ¡¡No, no, noooo..!! Günter, que era un chico muy limpio, estaba sacudiendo alegremente su aparato arriba, abajo, izquierdas y derechas varias… ¡¡como si fuera un obispo bendiciendo palmas en el día de ramos!!.
Le di cortes de luces y lo saqué de su “embobamiento” con repetidos toques de claxon.
-. ¿Pero que coño te dije? Serás bruto…!!! ¿a que esperabas? ¿a que un pingüino te trajera una toallita?
– Vale, vale, vale… tampoco ha sido para tanto. Venga Pink, ya está. Ya podemos seguir…
A los pocos kilómetros empiezo a notar que Günter se mueve en el asiento y se le nota visiblemente incómodo. Hablo con él y me comenta una cierta picazón en su “aparato”. En cuanto él mencionó el picor, yo ya sabía que la habíamos cagado y tocaba ponerse serios. Paré el coche en mitad del camino y le dije muy enfadado:
-. No admito discusiones. ¡Saca ahora mismo la “chorra” que quiero ver como está.!
Günter, con los ojos como platos no dijo ni “mu”. En el fondo sabía que había metido la pata hasta la ingle y entre algunos “uyuyuis y ays” de dolor, asomó su herramienta por la bragueta. Con el flexo de leer los planos, enfoque hacia la zona y ya vimos un prepucio a punto de gritarme, ¡auxilio, sálvame!. Con un color rojo irritado tirando gradualmente a un violeta /azul oscuro en el extremo, el futuro no pintaba nada bien para aquel pobre pellejo. Al momento cogí la radio…
-. Bering-7 a Base. 7.0 OK. 7.1 Herido leve con signos de congelación. Cambiamos ruta hacia Hospital Campaña…
Con el conocimiento y permiso de nuestra base, cojo el plano y el GPS y trazo la ruta más corta, aprovechando algunos caminos ya conocidos para acortar tiempos y llegar cuanto antes a la carretera general que nos llevaría al hospital.
Nos costó más de una hora apartando barro y nieve hasta que vimos las primeras luces de los coches circulando por la carretera. Una vez que accedimos a esta vía y ya circulando mucho más rápido, en apenas quince minutos nos plantamos ante la puerta del Hospital de Campaña. Una mezcla de hospital real y grandes tiendas militares adosadas a la estructura del edificio. Aquella era la tercera vez que lo visitaba y conocía muy bien a donde ir.
La teniente Hanndorf (Erika para los amigos), una joven doctora y alemana de pura cepa, era novata en el hospital y ya se sabe lo que les ocurre a los novatos con la guardias. Así pues, no me resultó extrañó encontrarla otra vez, camino de las doce de la noche al mando del equipo de urgencias. Como ya sabían que llegábamos y también el motivo de la urgencia, solo nos quedaba explicar “donde” estaba la congelación. Para evitarle el lógico cachondeo que se iba a formar, aproveché la confianza que me daba el haber compartido más de un café con la Doctora Erika y le solté al oído en un chapurreado alemán… “im penis ist”.
La teniente Hanndorf reaccionó de la mejor manera imaginable. Con perfecta cara de póker, hizo pasar solo a Günter a la sala de curas y despidió a los sanitarios en un buen inglés, diciendo que ya les llamaría en caso necesario.
Después de ayudar a mi compañero a quitarse la ropa , me retiré a la salita de espera, separada simplemente por una puerta verde de dos hojas. Al parecer, después de la oportuna evaluación de daños, tocaba aplicar unos apósitos especiales para quemaduras… y ahí empezó el desastre.
– ¡¡¡Nein, nein, neeeeeeein…!!! Los gritos de la teniente me hicieron saltar de la silla.
– ¡¡¡ Setzen Sie Ihren Arsch auf dem Bodem, schon !!! Entré abriendo de golpe las puertas de la sala de curas, y esto fue lo segundo que le escuché a la muy cabreada teniente, que traducido al español viene a ser un imperativo “¡¡¡pon tu culo en el suelo, ya…!!!”
El aparato de Günter bien podría pasar por el cuello de un diplodocus en Parque Jurásico. Yo lo vi en reposo en los baños turcos del Spa pero no es lo mismo… Allí estaba él, sentado en el suelo con todo al aire y con una más que apreciable erección… de tamaño digamos sin exagerar, descomunal.
Cuando te ves envuelto en una situación de tensión o estrés, lo más natural es que tu idioma nativo salga a relucir. A mí me ha pasado y Erika, era evidente, estaba notablemente alterada…
– Gott, Ihr seid ein verwöhnter, mit dem Gehim eines Esels… Dijo la teniente mientras el frío del suelo en el culo de mi amigo le hacía bajar la hinchazón… “!!!Dios, es un mocoso con el cerebro de un burro…!!!” y no pude mas que darle toda la razón a la teniente, mientras para mis adentros pensaba en broma que de burro tenía algún atributo más a parte del cerebro.
La erección de Günter, ya pasó a tener repercusión (léase cachondeo) “global” en el Hospital y campamentos limítrofes. Semejante estiramiento del pobre pellejo, le causó tales daños que se hizo aconsejable, por prescripción facultativa, pasarlo a quirófano y hacerle una circuncisión “de campaña” convenientemente sedado, of course, no fuera que se pusiera firmes otra vez.
-. Pink, no lo pude evitar. Te lo juro, vaya cagada, lo siento mucho compañero… Cuando sentí sus manitas haciéndome las curas, algo se disparó dentro de mí y perdí el control…!!! Me confesaba Günter, ya operado, en la tranquilidad de su habitación del hospital.
Günter ya no volvió conmigo. Del hospital lo mandaron directamente al calorcito de su casa, eso sí, después de pasar juntos prácticamente las 24 horas del día, siete días a la semana durante cinco meses en aquel infierno blanco.
Eché de menos sus clases de alemán, su paciencia conmigo en sus clases de alemán, las risas en el coche conmigo intentando hablar alemán…
A mí aún me quedaba un mes comiendo barro y nieve y me asignaron otro compañero. Te adaptas. Cuesta mucho, pero las risas siempre vuelven.
¿Alguien a visto a un español hablar alemán con un perfecto “asento” canario/chicharrero? Pues yo sí… y también he visto atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Tannhäuser… All those moments will be lost in time, like tears in rain. Time to die.
(JMPA Pink Panzer Yorch).
(La última cita, es obvio que no es mía, extraída de la excepcional película de Riddley Scott, Blade Runner)
Dedicado a todos los que mueren lejos de su hogar, entre un mar de críticas desinformadas y la dolorosa incomprensión de una parte de su propio pueblo.