«Hoy, en un poético arranque desde el fondo más sentimental de mi corazón os diré que, las frases sin terminar me dejan con esa molesta sensación de que»
(JMPA Pink Panzer Yorch – La parole nue.)
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La gruesa arena de muchas playas de mi querida Galicia siempre ha sido un incordio insufrible para las delicadas plantas de mis pies, por eso, cuando al caminar por playas extrañas, la arena se filtra entre mis dedos como si de fina harina de maíz se tratase, tan solo queda desear que la playa sea nudista para que mi éxtasis sea total.
En Galicia tenemos multitud de preciosas playas pero, si deseas disfrutar de la naturaleza sin el agobio de la ropa, la cosa se complica en extremo, las opciones se reducen y casi siempre nos condenan a las zonas de más difícil acceso y con una arena que se come la piel de mis pies como una mula torda devoraría un buen ramillete de zanahorias… diez zanahorias, para ser exactos.
Playa de Las Gaviotas, Tenerife. Un agreste y precioso paraíso de arena negra en el norte de la isla del padre Teide donde, desde hace muchos años, los nudistas buscamos el sol como saltarines perenquenes.
Aquel día, mientras mi preciosa compañera se doraba al sol en su toalla, yo me dedicaba a dar pequeños paseos por la orilla con el agua peleándose con la reciente cicatriz de mi rodilla izquierda y al mismo tiempo aprovecho para vigilar nuestra moto, que se encuentra aparcada en una zona de tierra al principio de la playa. En uno de esos momentos en los que elevo la vista hacia lo lejos, una cara muy familiar veo que se acerca en sentido contrario por la orilla. A poco más de diez metros se queda petrificada y ya intuyo que me ha visto y la situación le sobrepasa. Es una buena amiga y compañera de trabajo de mi mujer que claramente está pasando un mal rato y por las evidentes marcas blancas que el biquini había dibujado en su piel, no era persona de verse habitualmente con «todo» al aire.
Galicia – Mis pies no te olvidan…
Por un momento valoro la posibilidad de disimular y hacer que no la he visto pero lo descarto de inmediato porque, claramente nos hemos cruzado las miradas. Decido caminar hacia ella y solucionarlo de la mejor manera. Educación, sinceridad y sensibilidad. Como un globo sonda, le envío un potente «¡¡¡holaaaaa!!!» mientras levanto la mano para saludarla. Imposible ignorarme. Al llegar a su altura me acerco lo suficiente a ella para que solo podamos mirarnos a la cara, evitando así el enfrentamiento visual con otras partes menos vistas hasta ese día de nuestras anatomías. Sin darle un respiro, acerco la mejilla como durante años y en docenas de ocasiones habíamos hecho en otras circunstancias más abrigadas y con dos castos besos sellamos nuestro encuentro mientras le digo:
– Qué alegría verte, Greta, hace un día precioso para disfrutar de la playa… Mi mujer está ahí mismo (dije señalando nuestras toallas junto a las rocas) y sabes que va a matarme si no le digo que estás aquí…
Greta llegó sola a la poco concurrida playa en un martes cualquiera de hace muchos años buscando «intimidad», intentando no encontrase con «nadie» conocido precisamente en el día que eligió para armarse de valor y prescindir del bikini, dejando al descubierto aquella potente y escultural máquina humana de remar… ¿Pasar desapercibida? literalmente imposible no fijarse en ella.
Pasó el día entero con nosotros. Se olvidó de que estábamos desnudos y aprendió con nosotros a disfrutar de la desnudez, aquel día y otros muchos y hermosos días más… espléndidas jornadas de playa y juegos, y también de masajes que llegaron más tarde, de la forma más natural entre amigos, casi sin avisar…
La reflexión es evidente… Muchas veces buscamos como locos ideales de libertad sin que el escrutinio despiadado de los que nos vigilan coarte la libertad de nuestros ideales, esos que están ahí, agazapados en nuestras conciencias pero que, no dejamos crecer víctimas de la vergüenza.
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– Libertad –
Sin el bello público
llenando su teatro
sus labios declamaban
poesías de libertad.
(JMPA Pink Panzer Yorch – Poesía desnuda para Ella – Desnudos marineros.)
“Era feo, fuerte y formal”
(Epitafio en castellano en la lápida de John Wayne)